Evangelio del día 1 de Agosto de 2025.

Mateo 13,54-58
En aquel tiempo, Jesús fue a su ciudad y se puso a enseñar en su sinagoga.
La gente decía admirada. «¿De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?».
Y se escandalizaban a causa de él. Jesús les dijo: «Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta».
Y no hizo allí muchos milagros, por su falta de fe.
Hoy nos fijamos en la frase:
“De dónde saca este esa sabiduría y esos milagros”
Un relato evangélico con muchas preguntas.
La gente le admiraba, pero no eran capaces de entenderle. No podían comprender que el hijo de un carpintero y un ama de casa pudiera enseñarles y hacer milagros.
¿De dónde ha sacado Jesús esa sabiduría y ese poder de hacer prodigios?
Esa es la cuestión que se planteaban sus conciudadanos y quizá nos planteemos nosotros. O también puede que nos hayamos quedado en la comodidad de lo acostumbrado, de los esquemas establecidos, de lo que decimos muchas veces –esto se ha hecho siempre así-.
Por otro lado puede que prejuzguemos a quienes quieren cambiar, a quienes quieren hacer nuevas cosas, a quienes intentan renovarse.
Los ciudadanos de Nazaret, contemporáneos de Jesús, no comprendían que Jesús era Hijo de Dios, que la sabiduría le venia del Padre y los milagros los realizaba en su nombre. No apreciaban nada más que era uno más de ellos, un simple carpintero.
Sin embargo se asombraban y quedaban admirados con lo que hacía, pero su sorpresa y admiración se quedaba en un estadio pobre, horizontal, sin discernir, sin preguntarse de donde podía venirle esa sabiduría y poder. Es decir se quedaban anclados en sus pensamientos y convicciones humanas, ¿cómo va a enseñarnos este a nosotros?
También puede ocurrirnos a nosotros, que pensemos que sabemos mucho de Jesús o incluso todo, que le conocemos y que nos basta con nuestras liturgias, vigilias y rezos; con nuestros actos repetitivos y cumplidores, pero sin asombrarnos, sin quedar admirados realmente y encontrarnos con el Señor.
Señor, hoy queremos pedirte que nos abras a la novedad constante de tus Palabras, que cada día nos asombren y admiremos tus enseñanzas, para no caer en el desánimo, la desgana y la cotidianidad. Para que nuestra fe sea una lámpara siempre encendida y no se apague lentamente por la fuerza de la costumbre y la comodidad.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
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