Evangelio del día 1 de Junio de 2025.

Lucas 24, 46-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto».
Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Hoy nos fijamos en la frase:
”Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.”
Jesús quiere que los discípulos, y nosotros, comprendamos que su Ascensión al Padre no va a suponer ausencia suya. Nos lo ha dicho varias veces, nunca os dejaré solos. Además vuelve a anunciarnos el envío del Espíritu Santo que nos guiara.
Él nos muestra el camino que tenemos que seguir para ir al Cielo. Se hizo como nosotros para enseñarnos y sabemos que ese camino es hacer el bien como Él lo hizo.
Cumplir esa misión, para nuestras pobres fuerzas y conocimientos, no es ningún problema si con fe creemos en Dios y nos dejamos guiar por su Espíritu.
El Señor se va y nos parecerá que entre Él y nosotros, entre el Cielo y la tierra hay una gran distancia, un gran vacío y por eso a veces nos quedamos mirando al Cielo.
También nos dice en este caso lo que tenemos que hacer. No quedarnos mirando sin hacer nada, sino bajar a “Jerusalén” –las periferias de este mundo- de las que nos habla la Iglesia, donde el Espíritu nos guiara y dirá lo que tenemos que hacer.
Postrados los discípulos recibieron la bendición. Se fueron llenos del amor y la bondad de Dios. Solo tenían que esperar a recibir el Espíritu Santo, para empezar la misión de amar como Dios nos ama: ayudar al hermano, consolar al triste, levantar al que cae, liberar al cautivo, perdonar al que nos ofende, ponerse en el último lugar y servir a todos… Este es el cielo al que tenemos que agarrarnos en este mundo.
Nosotros, adoradores nocturnos, que nos postramos ante Jesús Sacramentado, que recibimos su bendición, tenemos que salir de nuestras vigilias llenos de ese espíritu de servicio, pero con alegría. A pesar de las dificultades que estamos pasando por la falta de adoradores, nuestra actitud tiene que ser siempre positiva, confiada en la providencia de Dios y si no es así es que no hemos entendido nada.
Señor, perdón porque flaquean nuestras fuerzas y nuestra fe. No permitas que solo nos quedemos mirándote en la Custodia, danos fuerzas para salir a anunciarte y adorarte en todo momento y lugar.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
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