Evangelio del día 13 de Septiembre de 2025.

Lucas 6, 43-49
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa del corazón lo habla la boca. ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?
Todo el que se viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».
Hoy nos fijamos en la frase:
“¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?”
Hoy el Señor nos pregunta, quiere que nos interroguemos, que miremos en lo más hondo de nuestro corazón.
Nos pone varios ejemplos: dar frutos buenos si hemos sembrado y cuidado en nuestro corazón la semilla del amor y la misericordia para que dé frutos buenos. De un corazón tibio, cómodo, mediocre o con egoísmos, con una superficialidad religiosa, no pueden salir frutos buenos.
Está bien claro en el texto del evangelio “El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien”.
Lo segundo que quiere el Señor de nosotros es que no nos quedemos en escuchar su Palabra, sino en ponerla en práctica. Para ello hemos de tener una fe fuerte, como la casa construida sobre roca y con buenos cimientos. Tentaciones, debilidades, desanimo, cansancio nos van a atacar y son los enemigos que tenemos que aguantar y vencer. ¿Cómo? La oración, la adoración, la confianza en la fuerza del Espíritu, son un arma perfecta; pero nuestro seguimiento de Jesús no se puede quedar en las palabras que salen de la boca, sino van acompañadas de un corazón limpio, sincero, lleno de amor a Dios y a los más necesitados. Un amor, lleno de misericordia, cuyo último fin es hacer lo que Él nos ha dicho y nos ha enseñado. Hacer el bien, ser ejemplo de bondad, de perdón y compasión para los demás.
Señor, cimenta en nuestro corazón una fe firme que trabaje siempre por los valores del Reino. Ayúdanos a que las palabras que salgan de nuestra boca no se queden en oraciones y actos superficiales y a obrar siempre con bondad según tus enseñanzas.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
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