Evangelio del día 27 de Mayo de 2025.

Juan 16, 5-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo es la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré.

Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado».

Hoy nos fijamos en la frase:

”os conviene que yo me vaya”

Parece una contradicción cuando Jesús dice que nos conviene que Él se vaya, pero pensándolo detenidamente, es lo más normal. Jesús ha sido enviado por el Padre a cumplir una misión y, cumplida esta, lo natural es que regrese con su Padre.

Está claro que si Él se hubiera quedado físicamente para siempre con nosotros no podríamos entenderlo – han pasado 2.000 años- ¿podría entender el mundo que Él siguiera aquí? y ¿cómo sería nuestra vida y cual la misión?

Jesús se tiene que marchar, pero no nos abandona, lo que hace es un acto de generosidad con nosotros. Nos envía su Espíritu, para que seamos nosotros los que con su ayuda y a pesar de nuestras debilidades sigamos la misión del Reino de Dios. Podemos decir que Jesús quiere dejar su espacio, su protagonismo, y cedérnoslo para que nosotros demos el paso de enfrentarnos a continuar su misión. Lo que hace Jesús es darnos un bien mayor; que seamos nosotros los que comuniquemos a todos los hombres la verdadera Palabra, el verdadero Amor que el Padre puso en Él y que con su vida nos fue enseñando.

Si Él no se hubiera ido, nosotros los cristianos no tendríamos esa misión de comunicar, de amar, de perdonar, para que el mundo le vea a Él en nosotros. Por eso debemos alegrar nuestros corazones, porque el Señor ha querido cedernos el protagonismo y darnos la ayuda del Espíritu Santo, que todos hemos recibido en el Bautismo y la Confirmación, para que podamos ser sus discípulos.

Tenemos que entender que Él se va al Padre con justicia porque ha cumplido ya su misión en la tierra y al irse al Padre tenemos que dejar de verle hasta que vuelva.

Él ya ha vencido a la muerte y al pecado.

La increencia del mundo es lo que condena al mundo, por eso nuestra misión está clara, liberar al mundo del pecado de la increencia y de la justa condena.

Señor, queremos ser guiados siempre por tu Espíritu, que nos defienda en las complicaciones, que nos ayude a discernir en las decisiones que tomamos y que aumente nuestra fe.

Adorado sea el Santísimo Sacramento.

Sea por siempre Bendito y Alabado.                                               FVR.