Evangelio del día 30 de Septiembre de 2025.

Lucas 9, 51-56
Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de caminar a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él. Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». El se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.
Hoy nos fijamos en la frase:
“Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.”
Caminaban hacia Jerusalén. Jesús para cumplir su misión sabía que tenía que ir a Jerusalén, aunque allí iba a ser entregado, juzgado indignamente y condenado a muerte.
En el camino pretende predicar y enseñar, pero los samaritanos no se llevaban bien con los judíos y no es recibido. Es rechazado como en otros sitios, en su propia tierra de nacimiento.
¿Cómo lo podemos entender hoy nosotros?
Ir a Jerusalén hoy: es salir a anunciar la Palabra de Dios, entregarnos, sacrificarnos; sufrir sinsabores, críticas y desprecios e incluso juicios de condena por ser cristianos; o como está ocurriendo en algunos países (Nigeria) persecución y muerte por creer en Él.
También debemos verlo desde el punto vista de nuestra cristiandad acomodada, en la que tenemos la ocasión de recibir a otros hermanos y los rechazamos y criticamos porque su ideología o su cultura son diferentes a las nuestras.
La lección de Jesús al responder a Santiago y Juan, tiene que quedarnos bien calara a nosotros.
Tenemos que ofrecer la Palabra con amor, nunca imponiéndola, siempre dejando que sea acogida con plena libertad.
Tenemos que obrar con caridad, con comprensión y misericordia, para que nuestra vida sea ejemplo.
Tenemos que buscar en los demás lo bueno, señalando lo malo sin excesiva crítica. Solamente actuando con amor, humildad y dejando absoluta libertad se puede cumplir la misión de evangelizar y que la Palabra de Dios sea acogida en plenitud.
Señor, queremos caminar siempre a tu lado, y comprender que aunque no nos reciban, nuestra misión no es despreciar y apartar a los demás, sino intentar acogerlos para que la Palabra vaya ablandando y abriendo los corazones.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
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