Evangelio del día 8 de Diciembre de 2025.

Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin».
María le dijo entonces al ángel: «¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?» El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho». Y el ángel se retiró de su presencia.
Hoy nos fijamos en la frase:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”
Hoy tenemos que tomar el ejemplo de María, nuestra Madre.
El ejemplo de María es el de la humildad y saber ponerse al servicio de Dios, aunque no comprendía lo que estaba pasando.
Otro ejemplo de María es interrogarse como pueden pasar estas cosas extraordinarias, misteriosas y que no pueden ser explicadas si no es por la fe en Dios y la absoluta disponibilidad y confianza en su Palabra.
María sintió temor. Lógico, en que mente humana cabe el ser elegida para ser su Madre. Solo lo podemos entender por medio de la fe. Los misterios de Dios son insondables, pero el Señor estaba a su lado “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.
María supo responder a la llamada de Dios, a la invitación a la dignidad que se la encargaba.
¿Cómo aceptamos nosotros los designios de Dios?
Tomando el ejemplo de nuestra María, tenemos que aceptar con humildad aquello que Dios quiere para nosotros, aunque nos parezca difícil, irreal, imposible, doloroso o incluso injusto según nuestros criterios humanos
Es posible que al interrogarnos sobre lo que Dios quiere de nosotros, nuestra fe no sea tan fuerte como la de María, entonces acudamos a ella, pongámonos en sus manos, confiemos en ella para que nos acerque a Dios.
Si María “la llena de gracia” sintió temor ante un hecho tan extraordinario, ¿cómo no vamos a sentirlo nosotros, aunque lo que Dios nos pida sea mucho más ordinario?
María Madre de Nuestro Salvador, queremos ponernos en tus manos. No nos abandones nunca y ayúdanos a responder “Si” a Dios como tú lo hiciste.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
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