Evangelio del día 2 de Diciembre de 2025.

Lucas 10, 21-24
En aquella hora Jesús se llenó de la alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
Hoy nos fijamos en la frase:
“¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!
Hoy también nosotros debemos sentirnos dichosos porque el Señor se nos revela a cada instante. Es cierto que nosotros no lo vemos como lo vieron los primeros discípulos y las gentes de su tiempo, pero somos unos elegidos porque creemos en Dios, en Jesús su hijo y salvador nuestro y en la revelación del Espíritu Santo.
La importancia de hoy está en darnos cuenta donde ponemos los ojos de nuestro corazón, si los ponemos en las cosas mundanas, en las personas importantes y famosas, en las cosas banales y pasajeras de la vida o los ponemos en el Dios que creemos.
Dios se ha revelado de forma sencilla a los sencillos y humildes, por eso su mirada es distinta a la de los poderosos y famosos de esta tierra. Ama a los pobres, a los humildes y sencillos, los mira con mirada de Padre bondadoso, comprensivo y misericordioso.
Jesús oraba y daba gracias con sencillez y así se lo enseñó a los discípulos. Si de verdad nos consideramos bienaventurados porque vemos con los ojos de la fe, oímos con atención y esperanza su Palabra, la ponemos en práctica y oramos con sencillez y agradecimiento, somos afortunados.
Señor queremos que nos mires con esa mirada tuya, que veas nuestras debilidades y lo indefensos que estamos sin tu amor, que nuestro corazón sea capaz de ver a ese Dios escondido que a veces no encontramos ni oímos por nuestra poca fe, nuestra rutina religiosa, o por nuestras distracciones con las cosas de este mundo.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
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