Evangelio del día 15 de Noviembre de 2025.

Lucas 18, 1-8
En aquel tiempo, les dijo Jesús una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».
Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».
Hoy nos fijamos en la frase:
“es necesario orar siempre, sin desfallecer”
Hoy nuevamente tenemos que pararnos a pensar y reflexionar sobre la oración.
Jesús nos pide que oremos sin desanimo, que no dudemos nunca y aunque nos parezca que no está llegando a Dios, sigamos insistiendo.
Seguramente muchas veces lo que hacemos es oración de petición, y lo que queremos es obtener resultados, que se cumplan nuestros deseos.
Y seguramente ocurre que nuestros deseos no están en los planes de Dios.
Pero también puede ser que nuestra oración este falta de fe, falta de convicción y por eso el Señor quiere que insistamos, que estemos convencidos que Él lo puede todo.
A veces puede ocurrir que el Señor piense que lo que pedimos no nos conviene, pues aun así tendremos que seguir insistiendo y con toda seguridad que el Señor nos mostrara el camino.
Para nosotros, adoradores nocturnos, además del rezo de la liturgia de las horas, nos tiene que llenar mucho más el corazón, la oración en el rato de silencio, -ciertamente cada vez más corto- ante el Señor expuesto en la custodia.
Estar en silencio, tiene que ser para nosotros un momento de oración de intimidad, sin hablar, sin pensar, sin pedir, sin rogar. Es una oración para escuchar al Señor, para mirarle, para adorarle, para contemplar su presencia entre nosotros y agradecerle haber sido elegido.
Señor, queremos estar siempre cerca de ti y orar sin descanso con toda la Iglesia, por la paz y las necesidades del mundo.
Adorado sea el Santísimo Sacramento.
Sea por siempre Bendito y Alabado. FVR.
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